Ejemplo principesco



Al parecer, el próximo día 29, los príncipes de Asturias acudirán a nuestra ciudad para asistir en la Universidad al acto de apertura del curso académico 2009-2010. Presumiblemente, el príncipe pronunciará el consabido discurso trufado de lugares comunes referentes a la educación, juventud, investigación, docencia… A estas alturas, algún eficiente empleado de la Casa Real ya se habrá encargado de cumplir con ese cometido.

No obstante, la visita de estos personajes debería hacernos reflexionar sobre algo que va más allá de lo que se suele repetir en los discursos que emanan de la familia real. Me refiero al ejemplo que suponen sus personalidades, o al menos, la imagen que se intenta proyectar de ellos al resto de la sociedad española y, en especial en este caso concreto, a los universitarios.

Por un lado tenemos a Felipe de Borbón, que por caprichos de la genética y de diversas normas anacrónicas que establecen la preferencia del varón en la sucesión de la corona, tiene absolutamente prefigurado su presente y su futuro como heredero de su padre. No debemos de olvidar en todo ello, la intervención providencial del general golpista y genocida Francisco Franco, padrino de bautizo del personaje que nos ocupa. El dictador decidió que su sucesor sería Juan Carlos de Borbón y así ha sucedido desde hace casi 34 años.

El príncipe no tiene que pasar por las apreturas del paro, el empleo temporal y mal pagado, las hipotecas, los gastos de educación de sus hijas. Actualmente vive en un chalet-palacio cuyo coste, sufragado por todos los españoles, ha sido de unos 4 millones de euros.

Por otra parte, Letizia Ortiz comparte los privilegios de pertenecer a la familia Borbón desde hace cinco años. Era una profesional del periodismo con gran éxito. Desde su enlace matrimonial, queda subrogada a un papel secundario dentro del entramado monárquico, en el que las mujeres se ocupan de las cuestiones culturales, asuntos sociales y otros temas de menor enjundia. Para las cosas serias, ya está su marido. Tampoco hay que olvidar la gran importancia que se dio al hecho de que proporcionase descendencia que evitase eventuales problemas sucesorios.

Esta es la imagen que continuamente nos hacen llegar los grandes medios de comunicación sobre los príncipes. Cabe cuestionarse si realmente son un buen ejemplo para los universitarios de Salamanca. Desde luego, están bastante alejados de lo que es conseguir un objetivo mediante el esfuerzo personal. En un caso, ha bastado con que naciese varón en una determinada familia; en el otro, contraer matrimonio, renunciar a su carrera profesional y mantenerse prudentemente detrás de su esposo. Eso si, por encima de todo…¡qué guapos son!.

1 comentario :

Marino Baler dijo...

No hago comentarios que estoy tomándome un café en el trabajo y no quiero que me siente mal.

Un saludo.

 
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