El fin de ETA

El abandono de la lucha armada por parte de ETA constituye, sin duda, una gran noticia que ha producido, lógicamente, una gran alegría y bienestar en la ciudadanía española de todas las regiones y comunidades autónomas. Izquierda Republicana celebra igualmente el fin del ejercicio del terror contra ciudadanos que habían cometido el “terrible delito” de pensar de forma diferente a la de ETA, organización que se consideraba a si misma única representante del verdadero patriotismo vasco, y por lo tanto, en el mejor estilo fascista, única para decidir quien era un buen patriota y quien no.

Llega este alto el fuego definitivo en un momento político muy oportuno, ya que la continuidad de la violencia de ETA hubiera sido un arma inestimable, en manos de un previsible futuro gobierno del PP, para neutralizar y desacreditar al independentismo de Bildu en todos los frentes. Es muy posible que la elección del momento para hacer el anuncio no sea ajeno a esta posibilidad. Sea como sea, no queda sino festejarlo.

A lo largo de estos cincuenta años de actividad de ETA, ha habido muchas y diferentes etapas en la organización que llevarían a preguntarse si realmente la ETA actual es la misma que asesinó al comisario Melitón Manzanas, o a Luis Carrero Blanco. Sea cual fuere la respuesta, de lo que no cabe duda es de que, si bien la violencia contra la criminal dictadura de Franco se puede considerar justificada, esa violencia nunca ha podido justificarse contra víctimas inocentes, y desde luego, no ha tenido jamás ninguna justificación posible desde que el País Vasco recuperó sus instituciones de autogobierno y un régimen de libertades.

Ante este previsto, y previsible, final de la lucha armada, es inevitable el reflexionar sobre cual ha sido la utilidad de tanta crueldad, de tanta extorsión y de tanta sangre. Si se tomara en cuenta la famosa frase, atribuida a Xabier Arzalluz, “unos mueven el árbol y otros recogen las nueces”, cabría deducir que el terror ha servido para facilitar el predominio político de los partidos nacionalistas vascos, siempre mas cercanos a una futura independencia del País Vasco que a un régimen de autonomía dentro de España.

El independentismo es una opción perfectamente legítima cuando se ejerce dentro del respeto a principios democráticos, y a este respecto conviene recordar que la Constitución de 1.978, cuya elaboración y aprobación en referéndum adoleció de vicios anti-democráticos, contó con un respaldo muy mayoritario en la provincia de Álava, pero en las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya la abstención, apoyada por los partidos nacionalistas,  superó ampliamente el cincuenta por ciento. No ocurrió lo mismo con el vigente Estatuto de Autonomía. En el referéndum sobre el Estatuto de 1.979 participó casi un 60% del censo electoral, y dieron su aprobación un 90% de los votantes.

El abandono de las armas por parte de ETA, que no su entrega y destrucción, al menos de momento, acaba con el miedo y el dolor de muchos vascos, y en general de muchos españoles, pero sigue dejando en aire la cuestión fundamental del futuro político del País Vasco, ante el avance del independentismo mas radical aglutinado en torno a Bildu, y el mantenimiento en sus posiciones, de medida ambigüedad, del PNV.

La triste consecuencia de mas de siglo y medio de errores políticos por parte de los Gobiernos Centrales, con la excepción de la II República que hizo posible el Estatuto de Autonomía de 1.936, de años y años de fanatismo nacionalista vasquista y españolista, de falta de cordura en medio de tantas mentiras y desatinos, es el fraccionamiento de la sociedad vasca. La reconciliación entre los propios vascos, que a fin de cuentas serán quienes decidan su futuro, va a necesitar de grandes esfuerzos, y de grandes proyectos racionales y progresistas. Desde Izquierda Republicana apoyaremos, con los medios a nuestro alcance, que la paz civil que ahora parece haber llegado no sea una cáscara vacía de contenido.


Madrid, 22 de octubre de 2011
Secretaría de Comunicación de Izquierda Republicana

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