La historia y la voluntad amnésica



Existe un concepto, tozudamente obviado por los ostentadores del poder según soplen los vientos de la conveniencia política, que designa al esfuerzo, al querer conservar y recordar conscientemente sin dejar caer en el olvido un pasado que hay que rememorar, para así poder respetarlo y valorarlo como parte del pasado común, ya sea para ensalzar o para no olvidar una historia brutal que se sufrió. Este término es la maltratada, cuando no ignorada, memoria histórica.

Fue la interpretación en positivo de este concepto la que llevó a alzar monumentos en toda Portugal a la Revolución de los Claveles que derribó su dictadura; lo que hace que en Francia en todas las iglesias se encuentren placas conmemorativas a los hombres muertos en combate durante la Primera Guerra Mundial, o por lo que abundan homenajes por todos los rincones de EEUU a Washington y otros héroes nacionales.

Ése querer recordar, hasta lo que se hizo mal para no volver a repetirlo, es lo que llevó por ejemplo a la conservación de la Escuela Mecánica de la Armada en Argentina, sede de incontables torturas a prisioneros políticos y toda oposición a una dictadura militar; al mantenimiento del campo de exterminio de Auchwitz, escenario de uno de los peores genocidios de la historia; o la habilitación del denominado parque Memento en Budapest (Hungría), un curioso lugar donde descansan hoy todas las esculturas megalómanas del anterior régimen comunista, cuando en este país se plantearon, tras la transición a una democracia, qué hacer con todas las estatuas de la dictadura precedente, dejándolas en este lugar y alternándolas con muestras de la resistencia a la dictadura y del deseo de libertad de los húngaros. ¿Qué osado suena pensar en algo así en España, no?

Y es realmente viendo lo que hay en otras partes del mundo cuando se ve lo llamativo del caso de España: aquí casi se tiene que pedir perdón por pedir que se cambien nombres de calles de los jerifaltes de la dictadura, eres un agitador por reclamar que se retiren honores a canallas que deshonran a las ciudades que los cedieron, y se te considera un revanchista que no ha sabido tragarse la transición si consideras que aquellos que sufrieron la represión de la dictadura se merecen un homenaje o un recuerdo para que su sufrimiento por delitos de opinión no sea olvidado. Es más, se hará todo lo posible para eliminar, dentro de su capacidad, el sustento de tus reclamaciones o cualquier lugar de memoria histórica que evoque alguno de estos hechos; los gobiernos desde la “transición” nos dicen que no quedan heridas abiertas, pero se actúa como si hubiera aún muchas. ¿A qué se juega?

Así, hoy nos encontramos con que más de 30 años después de la ejemplar transición, uno de los lugares emblemáticos de la represión, de la arbitrariedad, de la indefensión por motivos de opinión, de la brutalidad del generalísimo y su camarilla, algo que todo demócrata reconoce como un símbolo de la falta de libertad, la cárcel de Carabanchel, está siendo destruida por el acuerdo entre el gobierno socialista y el alcalde de Madrid, privándonos de forma irreversible de un lugar de recuerdo donde pudieran ser homenajeadas las víctimas de una dictadura.

¿Qué problema existe en este país con afrontar que hubo una dictadura? ¿Por qué no conservar este símbolo, en homenaje a los reprimidos, para recordar lo que pasó y nunca más debería volver a ocurrir? Excusas urbanísticas aparte (todo vale para seguir construyendo cuando se le da al ladrillo la última palabra), no es una cuestión de desgana sino de principios, destruyendo la totalidad de la prisión se intenta acallar su recuerdo, para no molestar, en la transición se dijo que no había ni vencedores ni vencidos, pero aquí son los demócratas, los que se oponían a una dictadura, los derrotados por quienes no desean echar la vista atrás demasiado, no sea que las gentes se puedan cuestionar ciertas verdades “indiscutibles” sobre las bondades de esta “transición”.

Curiosamente, hace días saltó a las páginas de la prestigiosa revista Time el proceso abierto por Garzón de la “causa general contra el franquismo”, explicando que, después de los juicios de Nuremberg y el ajusticiamiento de Mussolinni entre otros, llegaba el turno de España, de cuestionarse su pasado y ponerlo en manos de los tribunales, como pasó en Argentina con la anulación de las leyes de Punto Final y obediencia debida que blindaban a Videla de tener que dar cuentas sobre sus crímenes, y romper así el pacto de silencio existente y anular la amnistía del 77 que evitó que libró de sus responsabilidades los líderes de la dictadura. Será que a la ONU lo de la “transición” ejemplar es una historia que le suena a cuento chino, mientras que aquí se dan prisa en eliminar el recuerdo de nuestro pasado, no siendo que dé que pensar.

Luis Iglesias Pérez

2 comentarios :

Unknown dijo...

Fenomenal Luis. Que bien te has explicado. Sí, España is different. Mucha hipocresía y palabrería y ningúna acción en firme. Sólo queda que nos intenten detener por hablar de este tema.
Saludos,
Carmen

OestePURPURA dijo...

Para amnesia la que tienen los salmantinos, que ya no saben cual es su histórica región y menos aún su gentilicio regional.

Cuanto debemos aprender los leoneses de los republicanos catalanes, valencianos, gallegos,...

¡¡¡Púrpura y plata!!!

 
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